Los límites del humor

A raíz de los atentados de Charlie Hebdo se ha hablado mucho sobre ese lugar difuso y variable para cada persona donde el chiste deja de tener gracia y resulta ofensivo, una zona poco delimitada y a la que normalmente se le conoce como “los límites del humor“. El caso de Charlie quizás sea un extremo en el que prácticamente todo el mundo está de acuerdo: no es justificable que alguien sea asesinado por hacer humor, te guste o no. Pero eso no significa que la libertad de expresión no tenga límites. Los tiene en el que momento en el que ataca el derecho al honor o la intimidad de las personas, cuando induce a la violencia o hace apología de ella o en los casos en los que no respeta la protección moral de los niños o adolescentes.Y no lo digo yo, lo dicen los Derechos Humanos.

Personalmente me encanta el humor y en especial el humor transgresor. Me río con las gracias que ridiculizan estereotipos y son políticamente incorrectas. Me río de mí mismo (uno de mis sketchs favoritos de Portlandia es el del ciclista que va por la ciudad increpando a todo el mundo: “Bicycle rights!”). Me descojono con los sketchs de Borat, un personaje creado por Sacha Baron Cohen y que, entre otras “virtudes”, cuenta con la de ser un declarado anti-semita. A Borat le salvan que sus salidas de tono son tan inoportunas y su discurso tan absurdo que en realidad su propio personaje es una denuncia (eso y que el actor que le da vida sea judío). Algo parecido pasa con la serie inglesa Little Britain, donde continuamente se hace humor con la homosexualidad: un ejemplo es Daffyd Thomas, un tipo que vive en un pueblo de Gales y se jacta de ser “el único gay del pueblo” y se enfrenta a la supuesta homofobia de sus vecinos que en realidad le tratan como a cualquier otra persona. En ambos casos creo que se muestra claramente que cuando se hace humor es más importante el cómo que el qué.

Hace poco vi en la serie Hello Ladies de Stephan Merchant (uno de los co-creadores de The Office junto con Ricky Gervais) un buen ejemplo de cruzar la línea de los límites del humor. Stuart, el protagonista de la serie, se gana la simpatía de un grupo de gays haciendo chistes simpáticos sobre homosexuales (por ejemplo: ¿cómo se llama una lesbiana con las uñas largas? Soltera). Al final acaba cagándola cuando pregunta: ¿cuándo se convierte un gay en un maricón? Cuando sale del cuarto. (Os recomiendo ver el capítulo entero, pero si pasáis, la escena está bien explicada y reflexionada en este enlace).

Una buena explicación del humor y sus fronteras la tenemos también en Delitos y Faltas, quizás mi película favorita de Woody Allen. Aunque Woody la pone en la boca de un personaje ridículo (Lester, un exitoso productor de televisión extremamente pedante), creo que lo clava en varios aspectos y en la frase: “Si se dobla es gracioso, si se rompe deja de serlo”

Pero bueno, me estoy yendo por las ramas. En realidad el objetivo de este post es contaros unas cuantas anécdotas de polémicas en las que se han visto envueltos humoristas brasileños para que decidáis vosotros mismos si el humor debe tener límites o no. Ahí va eso:

Alexandre Frota. Empiezo por el final, ya que este es el caso más actual del que tengo conocimiento. Este ex-actor porno contó, en un programa de gran audiencia y entre risas del público, como una vez había violado a una chica. Por supuesto, hubo un gran revuelo en las redes sociales y acabó diciendo que era una historia inventada.

Rafinha Bastos. Rafinha es actualmente el presentador del programa en el que tuvo lugar el episodio que acabo de contar, pero él mismo tiene bastantes anécdotas de su propia cosecha. Hace años perdió su trabajo en el “Caiga quien caiga” brasileño por hacer una broma sobre la cantante Wanessa Camargo, por entonces embarazada, diciendo: “Me la follaba a ella y al bebe“. Aunque también se le ha criticado por burlarse de los habitantes de Rondonia (una región cerca del Amazonas) y de los retrasados mentales, sin duda su comentario más inoportuno fue uno refiriéndose a los casos de violaciones sexuales: “Muchas mujeres que veo en la televisión quejándose de que fueron violadas son feas. No deberían quejarse y si agradecerle. El tipo que lo hizo no merece ir a la cárcel, merece un abrazo”.

Danilo Gentili. Viene de la misma cantera que Rafinha, con quien además tiene un bar de stand-up comedy al lado de mi casa. Una característica importante de Danilo es que es un liberal convencido y dedica gran parte de su poder mediático a criticar al gobierno de Dilma y el PT, lo que hace que medio país le admire y la otra mitad crea que es un capullo. Tiene también un gran historial de polémicas, de las que destacaré sólo tres que tuvieron lugar en Twitter: una anti-semita, una homófoba y una racista. Para entender la anti-semita tengo que poneros brevemente en antecedentes: para la ampliación del metro de Sao Paulo se consideró poner una estación de metro en el barrio de Higienópolis, uno de los más exclusivos de la ciudad, y donde vive la mayor parte de la población judía. En un fenómeno que sería inexplicable en cualquier otra parte del mundo, los vecinos se opusieron y finalmente consiguieron que no hubiese estación (tenían miedo de que viniese gente de otros barrios a robarles, yo flipo). Gentilo quiso hacer una gracia y soltó:

(Entiendo que los viejos de Hiigienópolis le tengan miedo al metro. La última vez que se acercaron a un vagón acabaron en Auschwitz)

En otro momento, Danilo se cubrió de gloria al hacer un chiste sobre una reciente estadística que decìa que en Brasil un gay era asesinado caad 26 horas:

(Y ese dato de la ONG Gay que dice que “1 gay es asesinado cada 26 horas”? 140 heteros son asesinados cada 24 horas. ¿Alguien me come el culo hoy? Sólo por precaución).

Después remató la jugada enzarzándose con un diputado federal que le criticó y al que acabó diciéndole que si siguiese molestándole le iba a “lanzar un coño”.

Por último, Gentili hizo el siguiente comentario mientras echaban King Kong en la tele:

(Ahora en TeleCine King Kong, un mono que después de llegar a la ciudad se hace famoso y se liga a una rubia. ¿Quién se cree que es? ¿un futbolista?)

Aquí tocó una fibra muy sensible, porque la discriminación por el color de la piel es un tema muy grave en Brasil. Pero realmente cuando metió la pata hasta el fondo fue cuando respondió a un usuario (negro) indignado con su comentario:

(En serio, vamos a olvidar esto… ¿Cuántos plátanos quieres para olvidar esta historia?)

De todas formas, como a lo mejor os imaginàbais, Gentili ha hecho de su debilidad su fuerza y rentabiliza al máximo cada polémica para hacerse una imagen de personaje irreverente.

Acabo volviendo a los límites del humor. Es probable que algunos de estos chistes no parezcan demasiado ofensivos, y también es cierto que vivimos en una sociedad hipócrita donde nos rasgamos las vestiduras cuando alguien públicamente hace un comentario machista o racista, pero toleramos violencias cotidianas contra mujeres y minorías. Somos políticamente correctos pero socialmente incorrectos. Y sin embargo, creo que las palabras tienen muchísima más carga simbólica de la que a veces pretendemos. El humor y la sátira pueden servir para denunciar situaciones injustas, pero también para normalizarlas y hacerlas aceptables. Por supuesto, el contexto lo es todo. Un chiste sobre negros es más sangrante en Brasil, que ha vivido siglos de esclavitud y convive estrechamente con su herencia, que en un país donde no haya negros. Y no es lo mismo hacer una gracia con un amiguete en un bar que tuitearla a diez millones de seguidores o contarla en un programa de máxima audencia de un país de doscientos millones de habitantes. Personalmente, a mí las gracias que me preocupan son las que de alguna manera legitiman, justifican o defienden la violencia. Para todo lo demás, “Je suis Charlie“.

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2 Responses to Los límites del humor

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